martes, 6 de marzo de 2007

05 ene 07

Parece que la crítica (más bien burla) al cantante, devenido conductor de programas televisivos, Alfredito Rodríguez se ha convertido en un deporte favorito dentro de nuestra vida cultural. En familia con Alfredo, programa televisivo que mantuvo durante todo un verano hace par de años, fue motivo de escarnio al punto de que la dirección de la televisión cubana terminó por retirarlo del aire. En aquella ocasión se aducían

elementos muy parecidos a los que ahora, mientras regresa a las pantallas con una nueva propuesta (titulada "La diferencia"), son achacados a la misma persona. Podemos empezar estando de acuerdo en que nada en esta historia es común: ni el hecho de que "Alfredito" haya "regresado", ni que los directivos de la televisión cubana aceptaran tal cosa, ni que los argumentos del rechazo sean prácticamente los mismos, ni que las críticas establezcan una tan cómoda relación entre la cualidad sub-cultural de un producto televisivo y una fractura ideológica, ni siquiera el modo en el cual las críticas (ya he recibido dos de ellas) circulan estas vez, mediante mensajes anónimos enviados a buzones de correo electrónico.

             Hace unos meses, en un artículo aparecido en la publicación La Gaceta de Cuba, el narrador cubano Arturo Arango se quejaba de la falta de transparencia que provocaba en una cultura la introducción de esta nueva práctica. Donde el secreto pretendía distribuir documentos para hacer colapsar un sistema (por ejemplo, en el samizdat del período soviético), el secreto de ahora no hace sino reproducir, llevar a la práctica, los postulados del discurso oficial acerca de lo que debe o no ser la cultura que consuma un cubano de hoy. Por este camino, el articulista del primero de los textos (recibido en mi buzón el 16 de diciembre de 2006) hace una hábil maniobra retórica al especular del siguiente modo con las ideas de "cultura" y "pueblo":

 "Espacio polémico que revivió la tan vieja y, a mi juicio, pequeño burguesa idea de que los medios difunden lo que al "pueblo" le gusta y solicita. Aquella vez me asusté pensando "¡Uy! me dejaron fuera del pueblo".

             Vale la pena pensar nuevamente esta cita contra el telón de fondo de un hecho que sirva como contraste: tanto En familia con Alfredo como La diferencia (o sea, antes y ahora) ascendieron al lugar de los más solicitados por el público, según las investigaciones que hace la televisión cubana. Con este único y obstinado elemento podemos suponer entonces que el indignado crítico de la cita revierte la sorpresa anterior (ser dejado "fuera del pueblo") para ser quien aprovecha ahora para dejar él al "pueblo" fuera. Dicho de otro modo, ¿qué hacemos con las estadísticas, con esa cantidad de seres humanos que hicieron de "Alfredito" uno de sus favoritos? (podemos estimar que no se trata de una cantidad despreciable si está entre lo más pedido de la semana) Dado que hablamos de un conjunto humano que, pese a las burlas y críticas anteriores, dos años más tarde vuelve a caer en idéntica falta, ¿los tenemos que reeducar y explicarles los motivos por los cuales lo que consumen es sub-cultura? ¿no sería más cómodo si fueran los mismos quienes no cumplen sus metas y, además, disfrutan con "Alfredito"? ¿qué tal si ocurre algo contrario, son excelentes trabajadores, padres y esposos amantes, compañeros sacrificados, vecinos amabilísimos que, junto con ello, pasan un buen rato con las propuestas de "Alfredito"? ¿Y si responde que no les importa, que se entretienen y ya, los sancionamos? ¿Cuál es el límite y la consecuencia de involucrar, o apelar, al pueblo en el análisis crítico de un determinado producto cultural? ¿No será que los medios difunden una amplia gama de propuestas que balancean interés y contenido e intentan llegar a los más diversos estratos culturales de un país? ¿Habrá algo que aprender no sólo del mismo "Alredito", sino también de sus obstinados seguidores? ¿Quiénes son, qué quieren, por qué insisten en querer exactamente eso? ¿O será que eso tiene algo para lo cual es ciega una crítica simple?

 Es difícil separar las partes de una maniobra retórica, exponer el armado de la máquina verbal y fijar el punto donde pueden ser hechas preguntas que nos enseñen que quien habla es sólo una voz humana y no un supra-dicurso que se presenta a sí

misma como palabra científica de una verdad previamente demostrada. A este respecto, es adecuado citar la siguiente larga cadena de falacias discursivas y seudo-proposiciones en el contexto

de lo que estamos abordando: un episodio cultural en la historia de la televisión cubana:  "Nos vanagloriamos, con cierta razón, de tener una televisión diferente al resto del universo (respetando a los extraterrestres). Es justamente por eso que no entiendo una telenovela que intenta educar al televidente sobre los peligros de la promiscuidad sexual poniendo a los homosexuales a destruir familias estables, felices y con hijos contagiándolos con el SIDA y, en cambio no hay un solo programa, reportaje o mención al mundo de los Travestis en Santa Clara o sobre las lesbianas en el ejército .

Tenemos un concepto de variedad también bastante diferente al resto del universo .

 El asunto es que regresa Alfredito, como lo aclama "el pueblo" integrado por las amas de casas subyugadas por una cultura machista y nuestras abuelas tejedoras de un pasado que se descose por las puntas. Parece ser que en el pueblo no hay solo muchos Camilos sino, además, muchos pueblos."

 ¿Quién es el "nosotros" que se vanagloria de tener una televisión "diferente al resto del universo"? ¿En qué radica la diferencia de esta televisión y qué elementos lo avalan? ¿Qué cosa es el "resto del universo", qué países lo integran, qué estaciones de televisión, cómo pudo el articulista comprobarlo (viaja sin descanso, recibe los programas, se lo contó alguien? ¿Cuál es el motivo del orgullo: la mera diferencia o la calidad? ¿está acaso sugiriendo el articulista que la televisión cubana es la de mayor calidad en el mundo? ¿Qué podemos entender por "televisión cubana", la que se produce en Cuba (en cuyo caso, la sugerencia del articulista suena como un chiste más macabro que las velas en el programa de "Alfredito") o la que se transmite en los canales cubanos (en cuyo caso, ¿cómo entender la paradoja de que, en una cantidad enorme, no esté producida en Cuba, sino en ese resto del mundo por encima del cual deberíamos de estar?) ¿De qué se vanagloria quien, en la siguiente oración, expone tres rápidas razones para no sentir vanagloria alguna? (y que podían ser muchas, muchas más) Tal vez, una pregunta que pueda aclarar esto: ¿de qué programa de la televisión cubana tengo, si quiero ser parte del "nosotros" del estamento superior en la comprensión, que vanagloriarme? ¿De dónde sale la idea infantil (aunque cómoda) de que los seguidores del nuevo programa de "Alfredito" son "el pueblo" integrado por las amas de casas subyugadas por una cultura machista y nuestras abuelas tejedoras de un pasado que se descose por las puntas"? ¿Quien escribe este artículo ni siquiera se da cuenta de lo extraordinariamente paternalista y ofensivo que es su profundo machismo, incluso de la rara fantasía retrógrada que vive: dónde están hoy, en Cuba, esas "amas de casas subyugadas" y qué número suman? ¿Por qué supone que la mujer es penetrable, débil, abierta a cualquier tipo de influencia? ¿Por qué, cuando se trata de criticar a "Alfredito" el articulista invoca una pluralidad defendible ( en el pueblo no hay solo muchos Camilos sino, además, muchos pueblos.) y más adelanta, al

enarbolar tesis, resulta que la supuesta pluralidad defendida no consigue ir más allá de una confrontación maniquea con resonancias místicas (" Me pregunto si alguien va a dar una explicación al "otro" pueblo. Al pueblo que cuestiona, al que piensa".) ¿Es que se divide en dos sub-conjuntos el "pueblo", en sólo dos, como en la batalla entre el Bien y el Mal?

             En las palabras finales del texto, ya no se trata de elaborar la crítica de un producto cultural y ni siquiera del "pueblo" al cual hay que cuidar, sino de la convocatoria a una guerra mayor que abarca a la nación toda y salta por encima del tiempo; por tal razón (y esta es la clave del texto) la interpelación a "alguien" (que, en rigor, no puede ser otro que la dirección de la televisión cubana) explique la existencia de "este extraño caso que se eleva por sobre los esfuerzos de esta nación por ser cultos y profundos"). Una convocatoria a la cual sigue, como en cualquier otro caso histórico que ejemplifique el proceso de inculcar miedos colectivos, la idea de que una parte ínfima de la comunidad (¿acaso no es el mismo articulista quien asegura que es ínfima?) puede corroer y destruir a la mayoría restante: "Si hoy sembramos pinochos tontos mañana tendremos, en vez de pueblo, una horda de burros dóciles".

            Para colmo, en un alarde de incoherencia, la pregunta que da continuidad al texto ("¿Quién otorga estos espacios infinitos?) contradice por entero la idea inicial de una televisión que nos vanagloria, en tanto la que sigue ("¿Quien niega otros espacios necesarios?") introduce un silencio inquietante sobre cualquiera otro momento de la programación televisiva cubana factible de democión. La frase combativa "queremos más respuestas y menos demagogia", ¿se refiere unicamente al programa de "Alfredito"? Dado que ya es superior, ¿la desaparición de dicho programa, hará que nuestra TV sea perfecta?

Dice el articulista, que nos regresa como en cinta de Moebius al mismo camino sin salida: "Esta no es diferencia, es lo común, es lo repetido, es la norma imperial universal. Gritada a voces y, lamentablemente, seguida a coro en el mismo corazón de nuestra utopía de ser mejores." A la norma imperial universal (sin tomar en cuenta los muchísimos casos de programas televisivos que, en ese mismo universo, alcanzan altísima calidad -con lo cual estarían, de hecho, enfrentando dicha norma) se supone que oponemos, según el nosotros del articulista, una norma nuestra, cubana, resistente y única, pero ¿dónde falla o, mejor aún, por qué casi siempre falla? (si no, qué sentido tiene entonces el favoritismo del público o "pueblo" por telenovelas, películas, musicales, documentales históricos o científicos, de factura extranjera). ¿Para qué sirven, a los críticos, las estadísticas? ¿Qué hacer con el coro que, al fin, el articulista reconoce como una magnitud significativa? ¿Qué hacer, después de tanto, con la crítica?

             Aún así, pese a lo señalable, uno extraña la pasión de este artículo y desearía verla, en un primer paso, aplicada -pues el articulista parece conocer cosas que el resto desconocemos- "al mundo de los Travestis en Santa Clara o sobre las lesbianas en el ejército". En un segundo, si el texto fuera decidido no publicarlo (¿quién sabe si por la misma y profundísima motivación no corromper al "pueblo"?) aplicada la energía a quienes deciden hacer pública o no determinada evaluación crítica. Dicho de otro modo, hay algo demasiado elemental y gratificador en emprenderla contra un único programa televisivo (a fin de cuentas, una sencilla hora dentro de más de 200 horas de transmisión semanales) dejando intactos monumentos del encartonamiento como el Noticiero Estelar de la propia televisión, seudo-debates como los de la Mesa Redonda, lenguajes audiovisuales superados como las aburridas lecciones de historia que conduce Eduardo Torres Cuevas o el muy pedante "Encuentro con Clío", apropiaciones burguesas como la recién llegada noción de "músicas del mundo",

noticiarios "filtrados" hasta la lástima, fantasías de autoafirmación como el reciente "Trás la huella" o la serie de los "Día y noche". Si a ello agregamos la desaparición de practicamente todo debate (ni siquiera "escenificado" y "controlado") de la pantalla y el casi absoluto silencio sobre problemas de la vida nacional (sean estos cuales sean), es más que turbio el cristal a cuyo través mirar el paisaje que nos vanaglorie por ser distintos al resto del universo.

             ¿Significa lo dicho que me interesan, en lo personal, los programas de "Alfredito"? No. Además de parecerme de escasa relevancia su trayectoria como cantante, creo que su estilo de conductor televisivo es auténtica y extraordinariamente kitsch, que su inclinación a la sensiblería no pocas veces ronda el ridículo y que propone una versión (nacionalista y patriótica, eso sí) de la "cultura del corazón" (cuyos marcos y posibilidades, dentro de un mundo como el cubano, vale la pena discutir). Sin embargo, no olvido que -junto a los dislates- brindó una serie de homenajes a figuras del panteón nacional que a nadie más se le habían ocurrido, que sus invitados daban la impresión de disfrutar la ocasión, que en oposición a la broma fácil y la falsa camaradería propuso un estilo basado en el respeto y la formalidad (tan degradada es nuestra vida que el hecho de usar camisas de manga larga es ya signo de distinción y él, cuando En familia con Alfredo, vestía un traje que simbólicamente se sacaba al final de cada programa), que demostró saber manejar a un profesional equipo de producción que se ocupaba de reunir información-sorpresa sobre los invitados.

             ¿Defiendo a "Alfredito"? ¿Me opongo a "Alfredito"? Más allá de ello, hay que intentar una lectura de la televisión que parte del axioma de que la televisión no es el cine y que, por tanto, necesita encontrar sus propias coordenadas y categorías que definan la comunidad y delimiten especificidades. Entender que el análisis de un programa televisivo sólo tiene sentido si se toman en cuenta cuestiones como el horario y frecuencia de la transmisión, el día, la audiencia supuesta, la audiencia real, las estadísticas, el canal que transmite y sus características, entre otros factores. En fin, una crítica profesional e informada, científica y no sobreideologizada, madura y no temperamental, honesta y sin exclusivismos, sin didactismo ni rabias, dispuesta a revisar sus presupuestos de partida para alcanzar lo único que vale en esta profesión: ser útil a todos.

 

Victor Fowler Calzada

Departamento de Publicaciones

Escuela Internacional de Cine y Televisión

Finca San Tranquilino, Carretera a Vereda, Kilómetro 4.5

San Antonio de los Baños, Habana, CUBA

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